Ternura en fuga
Ternura en fuga
Qué farsa la mía: sonreía como se sonríe en una fotografía antigua, sin causa, sin instante. Un rictus exterior, educado, que ocultaba el llanto silencioso del alma. Porque sí, lloraba el alma. Pero él... él lo sabría? Tal vez. Tal vez no. Nunca hubo una segunda escena. Nunca un bis. Me dejó a solas con la inercia de los días. Sin él, ando perdido; pero con su rechazo, soy menos que eso. Ser su amigo: ¿puede el corazón fingir ese papel sin traicionarse?
El presente no admite llantos del pasado. No por siempre. No sin perderse a uno mismo.
Y sin embargo, ahí está: el cruce de caminos que el destino esconde en cada minuto. La elección constante. Esa trampa dulce. Yo he elegido andar. No porque no duela. No porque no tema. Sino porque vivir sin sueños es otra forma de la muerte. Así, decido creer: en mí, en los pocos que me aman, en quienes me sostienen cuando el alma resbala.
Dentro llevo una pena, sí, como una piedra envuelta en seda. Pero no permitiré que me detenga. No ahora. No después de todo.
Es difícil. El alma se deshace cuando un sueño se escapa, gota a gota, entre los dedos que no se atrevieron a cerrarse. Y llega ese día. El día exacto. El en que el sueño se rompe. No hace ruido. Pero duele como si lo hiciera.
Aldo Marcelo Luna
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