Definición.
Si de cuestiones políticas he de referirme, mi viejo era
radical, y mi abuela materna una peronista popular. Y aquí me atrevo a cambiar
el dicho de que la gallina negra pone huevos blancos, éste muchacho nació con
Evita en el corazón, un negro más de aquellos que Cortázar creía, como en Casa Tomada que íbamos a poblar su
oligarca Ciudad.
Criado bajo las normas estructurales del catolicismo de
occidente, rompí con esas
imposiciones a la edad de catorce años. Por consejo del viejo Borges, que amablemente me había exhortado lo siguiente: ¿Para qué
vivir de catedrales ajenas y vetustas? Creí
oportuno y menester, construir las mías, defendiendo el espíritu crítico y
la duda ante todo.
Rodeados de fieles amigos, llámese perros, siempre sentí formar parte de ellos, libertinos, sin
preocupaciones, sin vergüenza, a veces alegres, a veces huraño, sin timidez de
estar desnudo, pero tuve que madurar y decidir si: “Quisiera o vencer dentro de
sí al lobo y vivir enteramente como hombre o por el contrario, renunciar al
hombre y vivir al menos como lobo, una vida uniforme y sin desgarramiento” Frente a esta dicotomía dubitativa y
desgarradora, que atravesaba El Lobo Estepario de Hesse, decidí ser hombre, por otra imposición que no creo que me pueda
llegar a liberar, de mi sociedad y la cultura patriarcal. ¡Qué Presión!
Abeces de las leyes, tan joven el Estado en ese estatus me
reconoció. No es que no me agrade tal circunstancia, es que ahora me siento
extranjero de mi propio entorno profesional, de la misma forma que el señor
Meusault, personaje del libro L´Étrager,
de Camus, se sentía ajeno y apático de quienes lo sitiaban. Siendo también un
extranjero, me sentí en la frontera
de una nueva decisión, tal vez la belleza de las letras sea mi rincón.
En realidad mi querido lector, solo quería ser el escritor
de mi generación, que me lean en el tren, en la Universidad también, pero el
destino, incierto e inmanejable, tuvo otros planes en mi haber.
Aldo Marcelo Luna
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