Es lo nuevo.
Es lo nuevo.
Me
quedan dos horas para dormir, me siento angustiado aún por lo de ayer, cuánto
sinsabor, debería seguir durmiendo, en breve volveré a la fatiga del trabajo, a
las tostadas quemadas, al café aguado, y al tumulto iracundo de los pasajeros
del subte.
Se
me viene un veloz recuerdo del tire y afloje, estallé como una bola de cristal
lleno de clavos, apuntándola de forma directa para herirla, espero poder
superarla, en tanto ella desee, ¿¡QUÉ FUE ESO!? Un ruido estridente creo haber
escuchado proveniente de la puerta. ¿Habrá vuelto? ¿Se vengará? No creo, el
rencor es una malversación del recuerdo y ella no se allana en ese desdeñoso
canon, pero seguro que, ¡OH NO!, ese molesto ruido otra vez, tal vez sea ella,
o tal vez no. ¿Qué hago? Me siento inmóvil para averiguarlo, en este momento ya
ni recuerdo lo que había sucedido, no tomo registro, como la roca no toma registro
de que es una roca, yo no tomo registro de lo que hice.
Tal
vez sea mejor que me tranquilice e intente descansar, pierdo tiempo y pierdo
sueño, yo no quise hacerle daño, me sentí ahogado, desesperado, como ella
consigo misma, había que ponerles un freno a sus autocastigos, a sus lesiones
corporales y a su espíritu derrotista. Gracias a mí, ella no volverá a hacerlo,
no sé en qué paraíso se encuentra, en qué jardín se reposa, y que forma tiene,
pero esté donde esté no volverá a castigarse. El peso de nuestras diferencias y
la distancia de las pocas coincidencias, fueron un dinamitero de fecha de
caducidad, que tarde o temprano iba a estallar, la vida ya vivida es lo mejor
que le pasó.
De nuevo ese ruido, me sumerjo en un terrible
pavor. ¿Se abre la puerta de mi habitación sola? ¡ES IMPOSIBLE!, si la cerré
con llave, no sé a dónde correr, estoy paralizado nuevamente, un fresco e
insensible viento traspasa por mis sábanas, envuelve mis piernas, las aprieta
con fuerza ominosa, pasa por mis caderas, tiemblo, y lentamente se dirige al
centro de mi solitario pecho. ¿Qué es esta nueva sensación? La libertina brisa
ha llegado a mi cuello, ya no puedo respirar, no deja entrar aire, me siento
abúlico para enfrentarla, me aprieta enérgico, ésta fuerza es invertebrada, no
tiene rostro, pero creo saber cómo se llama. ¡Ya lo siento! ¡Ya sé cómo se
llama! Nunca lo había sentido antes, es la…
Aldo Marcelo Luna
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