Sombras en Lomas

 


Sombras en Lomas

En Lomas de Zamora, bajo un cielo de ceniza, Clara caminaba por la avenida Meeks con un vestido negro, recordando a Santiago, su amor perdido. Desde su muerte, los días eran más oscuros y las noches, un paraíso sombrío del que no podía escapar. Cada rincón del barrio le hablaba de él: el banco en la plaza Grigera, donde juraron amor eterno; el bar donde escuchaban vinilos de Lana Del Rey, soñando con huir a la costa.

El reloj de la estación marcaba la misma hora en que él partió, congelado en el tiempo como su corazón. Clara sentía que lo veía en cada reflejo, en cada sombra al atardecer. Había días, los más negros, en los que esperaba verlo cruzar la calle, volver con una flor, con una canción en los labios. Pero no lo hacía.

Ese día, Clara cerró los ojos frente a la estación y susurró: “Este es mi paraíso oscuro, pero tú eres mi luz”. Y por primera vez en años, creyó ver una chispa entre las sombras: la promesa de que el amor, incluso en la muerte, no desaparece del todo.

Aldo Marcelo Luna

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