Ambivalencia

 

Ambivalencia

 

Y me di cuenta que no estaba en mi cuerpo, sino que mi alma estaba en uno ya fallecido, en el jardín del Edén, esperando el juicio en el mismísimo limbo y, que podría mutar hacia otro, en la verde eternidad, el poder elegir quien deseaba ser, y elegir volver a ser...por eso:” soy eterno cuando no estás, y completamente perenne, cuando estás conmigo”

            Fue un susto, (eso creo) tenía que estar entrando al palacio de Tribunales a las ocho de la mañana, pero me desvelé, no es novedad, era lunes, el día más fatídico, el comienzo de la semana, donde el disfrute del viernes y el sábado  fue un aguatero entre las manos, que con todo celeridad ha transcurrido y, como siempre una excusa de beber vino,  acompañado de los amigos y amigas, que durante los días de estar frente un monitor, no se puede tener un tiempo para afianzar los lazos entre ellos y ellas,  en los bares de Lomas de Zamora, ubicado por las calles Colombres, Italia, y Sixto Fernández, y claro, el domingo, por excelencia reunión familiar, la visita de mi hermana, con la novel noticia de que se encuentra encinta, las pasta casera  de mi madre, venida de gracia en su Día de Reposo, viuda en su juventud con cuatros hijos a cargos, mal pagada por limpiar casas y casas por días, por qué es de marras, que los trabajos que se creen masculinizados son mejor remunerados. Hoy, todos adultos, hemos salido airosos de varias penurias.

Aquella noche estrellada del domingo, me hundí en la lectura del “Hacedor”, del querido Jorge Luis Borges, quería aprovechar la soledad del domingo nocturno para regocijarme en la única verdad, la lectura era mi Aarón, que me sacaba de aquel desierto donde mi garganta seca, requería de agua de las letras, mi mente ha quedo vagabundeando en los pensamientos, entre el ser y el otro, o el no ser, me había atrapado  el relato de  “Arte Poética” , donde hallé una frase  de aquel majestuoso poemario, lleno de tigres, relojes de arena, se congela el tiempo y se duda de todo, excepto de Dios, habíase grabado de forma instantánea en las paredes de mi memoria, luego se trasladó a mis recuerdos aquellos más  recóndito como tal,  misteriosos , y de pronto, con un paso agigantado  a mis años mozos donde se encarna en el querer ser.  

No podría dejar de leerla, es más sentía que una voz que me susurraba de forma continua, como queriéndome dar un mensaje, no sé en qué podría hacer referencia, aún dubitativo, en la comodidad de mi cama, frente este ventoso invierno de todas formas, no estaba apto de poder descifrar esa frase que recalco (…) el arte debe ser como ese espejo, que nos revela nuestra propia cara “(…)  y siendo pasada de las ocho y cuarto de la mañana, me levanto de mi munida cama, a tomarme una ducha e ir al Juzgado, afrontar la rutina, la burocracia de la Justicia, del cual requería en mí, ingerir ansiolíticos y antidepresivos, porque tenía enfrente el temor más grande, el maltrato y el abuso del poder dominante, a quien empezaba dar batalla.

            Siempre supe, que el encierro, el más aciago de todos, podría cambiar de parecer las realidades que uno tiene, de creer que una cosa es de una forma, y fuerte vendavales de forma bulliciosa te hacen cambiar de parecer o madurar, no lo sé, mientras espero las líneas de colectivos que me llevan a al Juzgado de Garantías número tres, que se encuentra en la calle Larroque 2453, retrasado, porque es de marras, que cuando empiezas el día con atraso, el efecto se traslada a toda tu jornada. Ninguno de los dos colectivos que suelo tomar, no estaría pasando, ni el 552 letra A, que ingresa por la Plaza Santa Marta y luego ingresa a Villa Centenario, o el 188 línea 2, que recorre toda la calle derecho Juan Bruno Tavano, y continua a hacia el Poder Judicial de Lomas de Zamora, no hacían gala, ni se visualizaban su venida. Ya estaba tardío hora y media, y mi mente ansiosa, ya podría conjeturar como iba a ser la reacción de los “superiores”, aquellos que, anclados en la idea de un puesto de un funcionario, recaen en falsas quimeras de que debemos ser subordinados.

            A lo lejos, bueno, a cuatro cuadras, se acercaba el 552 letra A, con su auténtico y resaltador amarillo, con la típica señal, logro detenerlo, pido el boleto de veinte pesos, con destino la Justicia Bonaerense con competencia local.  No había nadie, o casi nadie, la hora escolar ha pasado, lo cual era sinónimo de más asiento y espacio, siempre, por lo general, me siento en el fondo, porque estoy cerca de la puerta de salida y así acelerar el trámite del viaje, me acomodo, agarro mi reproductor de música, y empiezo a escuchar a Lisandro Aristimuño, “La Última Prosa”, me congela en el tiempo, y me deja mudo, el recorrido es fantástico, porque  lo realizo con una sensación de nostalgia del presente, con una máquina de escribir, fumando un habano,  el escenario es en blanco y negro, mi perro Detroit, me acompaña, me ladra para que le de comer, pero estoy tan concentrado en dejar remarcado en esta hoja, que verla desnuda, me genera añoranza, entonces decido, darle un ritmo de letras, mientras escucho la pava silbar, para prepararme unos amargos, con la ventana abierta y la brisa que me musita nuevas ideas, firmo en la misma : “De objetivos muy elevados, y una personalidad depresiva, no es la mejor combinación, que la frustración no te afecte.

            Y así sentí, que pude vestir a esa hoja en blanco, porque la enseñanza con esa frase marcada… ¡Me sacuden!, me había quedado dormido, frente a mí había una querida vecina, de mi barrio, que me estaba saludando, entonces le devuelvo el saludo, estaba a punto de bajar, no hemos podido cruzar muchas palabras, pero le había agradecido que me haya despertado porque sino, seguía hacia Banfield Centro y la tiranía del tiempo, me presionaba.  Dirigiéndome a tocar el timbre para bajar, tropezó por estar acelerado con un señor, bajo rápido, la serenidad no se encontraba envuelta en mi cielo, apago el reproductor, empiezo a correr, ya era muy tarde, contando que anoche me quedé desvelado, leyendo, con los somníferos y placebo, seguí de largo. Ingreso por la entrada principal, por esas escalinatas burocráticas, la bandera Argentina flameaba en el centro, y en su costado la bandera Bonaerense, saludo a colegas, y entro  apresurado, pero tenía que hacer una parada obligatoria, a mi derecha, se encontraba la cara del C.A.L.Z. (Colegio de Abogados de Lomas de Zamora),  mi manceba amiga, que en la soledad,  se encontraba en su puesto, me dirijo para desearle buenos días  y me abraza fuerte, a sabiendas que estaba pasado de hora, en el oído le digo “- dentro de un rato bajo y chumeamos”, ella siempre tenía cosas para contarme, al igual que yo a ella, confidentes uno al otro. Otra vez, vuelvo a correr, pero hacia el ascensor, para ir al cuarto piso, ya mi animus había cambiado, sudaba, temblaba, no me sentía bien, un fuerte dolor de cabeza me empezó a visitar, la realidad es que, ya me encontraba en ese cuarto piso, donde podría respirarse un pesado aire, de aquellos que ya te arruinan el día, o tal vez no era el aire, sino el ánimo destruido.

            Saludo de forma inmediata a todos y todas, dejo mi bolso a un costado, enciendo mi ordenador, tecleo mi usuario y contraseña, la hora trabajar ya había comenzado, había gente en la Mesa de Entradas, y debía sacar un pedido de levantamiento de secuestro de automóvil, y me llaman para atender al público, le comento al señor que me de unos minutos que iba ya a fijarme si podría brindarle su certificado. Regreso al despacho compartido, y lo empiezo a redactar, miraba a todos lados para ver si alguien a cargo del organismo se acercaba, para saludarme o su antítesis, pero mi mente de nuevo estaba por entrar en vagar, decidí concentrarme, que haya llegado tarde, no implica que debo atribuirle la temporalidad, a quienes les brindamos servicios de Justicia, excusa, sino eficacia y eficiencia. Soy abogado y a los veintitrés me nombraron en esta Judicatura, y de gran paso al aprendizaje del derecho penal, de sus normas y derivados, pero mi utopía, no de tintes revolucionarios, sino de revisionistas, por el poder, ha sido una entropía, pero sabía que tenía mucho que dar, y estaba en procesos de búsqueda de aprendizaje. Entre mates, escribir, borrar y  volver a transcribir, mando imprimir la constancia, uno original para el hombre y una copia que debe firmar de conformidad que ha recibido la misma, pero tenía que pasar antes por mi superior, del cual, el vínculo en lo laboral, me atrevo a señalar que también en lo personal, estaba roto, dañado, era una persona anoréxica de alma y de empatía, el resquemor frente mi orientación sexual, el no compartir o no respetar ismos políticos, me ha llevado a recibir los peores y más ignominiosos insultos, y el temor por eso, persistía en todos los empleados y empleadas, porque golpear la puerta de su despacho personal, podría ser un derrotero en toda tu semana, mes y  hasta la psiquis dañar, no solo el despotricar, sino también quedar invisible, ser un ente, y la vez ser un instrumento de cosificación, porque así es como te han de sentir, pero sin embargo, tenía que trabajar, aunque a ambos no nos gustaba la idea de compartir el mismo espacio, el servicio de Justicia se debería prestar, y  sin pensarlo, golpeo no uno, ni dos, ni tres, sino cinco veces la puerta, hasta que su voz quejosa, me habilito a ingresar, y la veo sin que ella me vea, le digo:

 - ¡Buenos días Doctora! Le traigo un certificado para que firme que tengo un señor esperando el mismo en la Mesa del Juzgado, está con prisa.

- Siéntate -  de forma seria, sin mirarme, teniendo fija la vista seguramente en un vencimiento de una prisión preventiva, accedo sigiloso a tomar asiento y me exalta:

- ¡Es increíble que tengas que llegar siempre tarde! ¿no tenés asidero ni consideración por quienes trabajan acá?, deberías empezar a tomar tus medicamentos en un horario, en que puedas llegar más temprano, no lo sé, ajusta tu dosis, porque no me va a temblar el dedo en hacerte un sumario, y te dije varias veces que saques ese pin del saco, me es vomitivo en solo verlo. ¡Dame el certificado para firmarlo!

            Se lo entrego, era natural, siempre oírla gritar, teníamos desconfianza cuando actuaba de forma amable, porque siempre era para un favor, amable .para ir al auto a buscarle algo, o comprarle algo de quiosco, realmente, no puedo negar que me entristecía esas actitudes, pero…

-          ¿Qué esto? – Espetó con virulencia

-          El certificado que me pidie… me lo arroja sobre el pecho, lo agarro atónito y lo leo con estupor lo que había escrito:

“No se puede recordar siempre, lo que se recuerda siempre pierde significado, y lo que no tiene significado, se olvida”

-          ¡No sé dónde estás parado! Pero rehace esto y pedile a otro a funcionario que te lo firme, retírate.

Sin decir una palabra, me levanto, y con alegría, salgo de la incomodidad de esa infausta oficina, las paredes por si sola denotaban resquemor y crispación, ciérrele la puerta para que pueda hundirse en su apenada realidad, se dice “que detrás de una descerebrada vida virtual, se esconde una ingrata vida real”. Pero no era de todo mi interés analizar su vida, sino dos cosas, por qué había escrito una frase, de mutación, con un sentido totalmente ignoto, del cual no encontraba una sabida explicación, estaba tan seguro que mientras estaba frente la computadora, estaba tipiando los datos que se encontraba en la causa del hallazgo del automóvil y, asimismo, solo redacté un renglón, con una inconsciencia del cual no he tenido registro anteriormente.  Atontado, vuelvo a redactar el certificado, caminando sobre una nube de dudas, le pido a una auxiliar letrada que me firme el mismo, y que lo lea detenidamente, por la desconfianza de que mis manos me han de fallar otra vez, con voz calma y serena, me exhorta – Perfecto, entrégaselo al Señor, y que dé conformidad del mismo. Sin dudarlo, volé hacia la entrada del Juzgado, le pido disculpa por la tardanza, y que me firme la copia, él se retira con su certificado a la comisaría y yo me quedé aun vacilante, de lo que había transcurrido.

   Nunca me ha sido fácil, pero siempre “esperé lo imposible, creí en lo imposible, lo imposible llegó, y lo hice posible, o me hizo posible, o lo hicimos posible, o nos hicimos posible” ráfagas de ideas, pero era momento de comer y este  almuerzo de precio accesible y de gran volumen, ere el peso necesario que requería para ir a dar clases, a mi alma mater la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, del cual desde hace tiempo  doy clases como Ayudante de Cátedra de la materia “ Derecho Público Provincial y Municipal”,  la enseñanza, que es parte de mi eterno yo, de mi perdurable ser  y que me complace compartir el conocimiento con los noveles colegas en potencias, por eso siempre al mediodía a sabiendas que a las cuatro de la tarde me tocaba dar clase sobre el Poder Legislativo Provincial, sobre un punto específico de sus atribuciones, preparo la clase, mientras saboreo estas empandas, que siempre he de comprar en la entrada del Poder Judicial Lómense,  y no podía dejar de observar desde la ventana, ese espacio celeste que se une con el asfalto, y en el medio árboles que son puesto por el hombre, propia de la posición cultural, estar a la mira  de sus ramas gruesas de color marrón, secas por este invierno, cruzándose entre sí, con hojas secas amarillentas, que caían con mucha levedad hacia el suelo, tocando las raíces que con sinergia salen del grisáceo pavimento, tal como una coronación forzosa al nacer, quería observarlo de cerca, por eso tome la decisión de levantarme y abrir lentamente la ventana,  de la nada un fuerte viento fresco renueva mi mirada, y sigo observando los árboles, observo mi  brazo izquierda donde tengo tatuado un árbol seco sin hojas, que nace de un tintero, de color negro, pero este árbol estaba quieto, sin movimiento, no  como aquellos que se encontraban y danzan con el céfiro, de forma constante , continua, cruzándose una con las otras, esas ramas  le hacen frente a este afanosa ventarrón, en el cual la lectura es clara en su ritmo: “Somos el ejemplo de una asíntota, por más que nos acerquemos, no estamos destinados a estar juntos.

  Y está melancolía, se traduce solo en ese entorno, del cual hay un afecto, forma parte de tu vínculo cálido, del cual le ofreces todo, por todo, y recibes nada, por haber ofrecido “el todo”, solo queda más que el recuerdo armonioso, de lo que uno vive, en la pánica memoria, la remembranza poética, los enlaces que uno ha perdido, la promesa de un porvenir.

            Tenía que ir a dar clases, el tiempo, hoy no estaba en mi favor, fui con toda celeridad a tomar el colectivo hacia la Universidad, ya eran pasado de las catorce horas, y era mi turno de retirarme de tribunales, la costumbre de la despedida, se había perdido en ese Juzgado, así que me sentía libre de la presión magistral, del dominio vetusto y oprobioso.

            Llegado al aula, tenía todo el tema ya preparado para empezar a dar, “Poder de Policía Provincial”, unas de las prerrogativas del Poder Legislativo Bonaerense , un punto sencillo, y fácil de estudio, de la materia, tenía mi café con crema en mi mano, me esperaba en la puerta la docente adjunta de la catedra, que daba inicio a la clase de hoy, los alumnos y alumnas revoltosos, con sus equipos de mates, joviales, algunos cansados, otros recién llegados de sus trabajos,  mujeres con sus hijos, militantes con sus remeras de organizaciones políticas, pasantes judiciales, hijos e hijas de padres trabajadores, en su diversidad y heterogéneo, en la primera universidad del conurbano, estaban listo, para otra clase más.  Sentados, en el amplio ambiente, mi colega empieza a realizar un repaso de las unidades anteriores, yo a lado de ella sonriente, con marcador y borrador, estaba preparado  para escribir lo que ella va dictando, en su armoniosa y particular destello catedrático, verla lucirse, apasionada por la docencia, como efecto osmosis, lo he heredado de esa forma,  tal pasión, como así, me he ganado el afecto de cada alumno y alumna de que ha promocionado la cátedra o de que aun, aquellos que no habiendo cursándola, se rumoreaba de que la pasión por la enseñanza, ponerse en el lugar de ellos y ellas, nos llevaba a una humanización, del desarrollo académico, ese afecto, se respiraba, se emitía inexplicable de poder expresarlo en palabras, cuando lo que me inundaba era una mezcla  de sensaciones románticas, psicológicas, eso que te hace pensar en un amor, en el primero, que te dio la sensación de que la tierra se mueve, flotante, como cuando te acaricie el aire, te acomoda las ideas, era divertido pensar que podríamos compartir un café con leche, una lectura de Silvina Ocampo, su risa tornasolar, esa mirada que podrías hundirte, salpicarte de su sapiencia, envolverse en su alegría y podría seguir porque la verdad...

-          ¿Doctor que ha puesto? Entre risas - ¿Dónde están los tres límites al Poder de Policía, dictado por la Carta Magna?

-          ¡Doctora, me sorprende! Está acá escrito... con una mirada de ráfaga, observo la pizarra y leo, otra vez lo que he escrito, traicionado por la pluma de mi mano.

“Dentro del silencio, y ajeno a todos, no sé qué somos, cuando estoy contigo, te entrego, a ese todo. La llama que arde dentro de mí, me recuerda que soy en lo cercano y en lo lejano, él quién más te ama. Y lo presientes, pero es demasiado tarde”

      Se oían risas, los alumnos y alumnas, por mi perfil dinámico y humorístico, han de pensar que era una broma, mi colega, solo un impulso del mismo, entonces agarro el borrador y limpio la pizarra, dejándolo blanco, como aquella hoja, con que había soñado, y a verlo vacío, me produjo una angustia, porque no me agradaba de verlo así, sin nada, o con nada, o sin nadie.  

Consternado, me voy al verde espacio que nos ofrece la Universidad, y sentado en el pasto, empiezo a pensar todo aquello que me había rodeado en el día, de lo que podría denominar, piezas de letras, o manejo, telequinesis, sabía que eso no lo había escrito, mi mente estaba centrada en la actividad, esa que me exigía en hacerla, no era un capricho, sino realmente una exigencia, enciendo un cigarrillo para calmar mi estado, porque no podría relacionar los hechos, era confuso, como podría o cómo se explica, miro al cielo, otra vez, y me digo “ pídelo sin ansiedad, lánzalo al aire, olvídalo, llegará”  de todas maneras frente estas equivocaciones escritas, siempre mencioné que “ El ser humano tiene derechos a dos bendiciones, el derecho de la bendición a acertar, y el derecho de la bendición de equivocarnos, que éste último nos conducirá hacia el camino correcto”  y así fue, decidí volver hacia mi casa, ya se acercaba la noche, y todo era literario, se apoderaba de mi menta y mis ideas, y sentía nostalgia “ Nostalgia por los hoteles de paso, nostalgia por los amores efímeros, nostalgias por las promesas dadas,  nostalgias por los abrazos rotos, nostalgia, solo queda nostalgia”  - ¡ BASTA! – me dije. Debo irme, no tengo registro si alguna vez esto me haya pasado, o alguien de mi familia, aun amigo, no lo sé “he cambiado varias veces en mi vida, e invariablemente termino siendo un desconocido” era momento de irme, estaba enredado en frases que no entendía y me agobiaban, me levanto de forma estrepitosa, mareado, otra vez mis ojos enfocados en el cielo, mi interior era la “habitación de las lágrimas”, había un cofre dentro de mí que no ha sido abierto, no quería saber más nada, mi cabeza era un péndulo, iba de derecha a izquierda, hasta que toque suelo, y quedé inconsciente.

Abro los ojos, era las siete y media del lunes, me encontraba en mi cama, pestañeo, mi cuarto estaba todo escrito en las paredes, con frases que había leído anteriormente, fue todo un sueño, ¿un sueño vivido? me levanto, miro nuevamente el reloj de mi mesa de luz, y hallo un papel, que de seguro he de tener alguna leyenda, de color amarillento, después de todo lo que había pasado ¿Había pasado? En fin, lo agarro, empiezo abrirlo, tomándome mi tiempo, no habría prisa, al leerlo, me decía “somos el sarcasmo de alguna deidad” Estupefacto, es entonces cuando decido, sentarme frente mi monitor, en el cual tome la decisión de redactar lo que pasó, y por fin poder elegir, de las peripecias que he atravesado, ser yo, “por qué no era un individuo, era un mundo por describirse, por colonizarse, absorber y formarse“

 

Ciudadano Manzana

 

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